viernes, 17 de julio de 2015

La siesta: "Melocotones para mi sobrino"







   ... Al momento escuché a Fran decir mi nombre desde la puerta de la habitación de sus padres, en voz baja, y haciéndome señas con la mano derecha mientras la izquierda ya la tenía asida sobre el pomo. Me acerqué desconfiado y me asomé tímidamente al interior de la estancia,  para mí, hasta entonces inexplorable. En ese mismo instante un sentimiento de pánico recorrió mi cuerpo paralizándome por un momento. Y al mismo tiempo, ese mismo sentimiento era el que me empujaba hacia el interior. Era la habitación más grande de la casa, nada más entrar a la izquierda, había una cómoda en madera de estilo Luis XV, sobre ella había algunos retratos de la familia y como presidiendo toda la estancia, en el centro había una figura imponente de un Sagrado Corazón entronizado; sobre su mano izquierda sostenía una bola del mundo, en su pecho abierto mostraba su corazón sangrante, su mano derecha le tenía levantada con dos dedos señalando al cielo en señal de bendición. A un lado de la habitación quedaba un armario del mismo estilo que la cómoda y frente al armario, en la pared opuesta, se veía una ventana entreabierta con unas cortinas dobles que velaban la luz,  pero a la sazón no podía decirse lo mismo del calor, que a esas horas era sofocante. Al frente, la cama de matrimonio, y a los lados de esta, unos descalzadoras también de estilo Luis XV. Y sobre la cama, los cuerpos rechonchos de mis dos tíos reposaban sesteantes. Mi tía, desparramaba sus blandas carnes, dilatadas por el calor, en su mitad del colchón. Sus brazos con la piel descolgada; todavía tenía churretes de la sandía. Llevaba puesto tan solo un corto camisón, lo que me hizo sugerir una pregunta in mente, en aquellos momentos sin respuesta:

   —¿Para qué lo llevara puesto…? ¡Si no le tapa nada!... 



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