lunes, 8 de febrero de 2016

Atada a ti.

                                                       


…Pasada la medianoche, Violeta, regresaba de una fiesta. En el portal de su vivienda coincidió con Andrés, un vecino suyo, que llegaba de vuelta de algún desacreditado bar de borrachos donde trabajaba.



 

   Violeta nunca se había fijado en aquel hombre, de aspecto rudo y cerril. O eso era lo que ella pensaba, al menos antes de que sus manos se rozaran entre la botonera del frío panel del ascensor, Aquel fue un leve roce, pero suficiente para despertar en ella un interés personal, una sensación electrizante, que la paralizo y la dejo sin habla. Sentía que nunca había tenido una sensación igual en un encuentro con un desconocido y mucho menos la esperaba con un vecino al que apenas ni le había dirigido la palabra,
   Andrés, vivía en un apartamento de la última planta del mismo edificio, era unos 10 años mayor que violeta, de complexión gruesa,
   Andrés cortésmente le pidió perdón, al sentir el contacto, Violeta no estaba segura de si él había sentido lo mismo que ella, pero si lo había sentido no lo expresaba de forma evidente, Violeta hurgó en su bolso, trasteaba torpemente las llaves de su apartamento de soltera, su codo rozo, esta vez intencionalmente con el costado de Andrés,
   Este volvió a pedir perdón.
   ——Disculpe
   ——No tiene importancia soy una torpe
   ——No en absoluto. No piense eso. Es el ascensor, que es muy estrecho.
   —No me importa compartirlo. 
   —Gracias, la acompaño hasta su planta, a mi me quedaran aun otras dos más.
   Violeta lo miro atentamente, se había dado cuenta de que eso hombre sabría más cosas sobre ella de lo que en un principio podría imaginar. 
   Detrás de su aspecto de hombre aparentemente desaliñado había una persona muy atenta y cortes, lo que a Violeta le descolocaba un poco.
   ——Mi nombre es Violeta,
   ——Yo soy Andrés. Encantado.
   ——lo mismo digo
   ——llevamos compartiendo el mismo edificio y aun no nos habíamos presentado
   ——Si es cierto, supongo que la gente en las grandes ciudades es así.
   ——Igual es que nos estamos acostumbrando malamente.  
   ——Es curioso, Si en esta ciudad parece todo tan despersonalizado, tan ajeno, tan poco familiar, me sentía tan...
   ——¿Tan sola…? Ahora que nos conocemos un poco más, le apetece entrar en mi apartamento, le invitare a una copa.
            Violeta no era una mujer que se dejara seducir a las primeras de cambio,
   ——¿Un poco? ——Violeta sonrió——, pero si no nos conocemos de nada.
   ——No creo que este mal que se conozcan los vecinos. Así continuamos con lo que hay empezado,
   ——¿Empezado… qué?    
   ——Me refiero a esta interesante conversación.
   Violeta accedió, sin mas, solo le bastó una tímida sonrisa de aceptación, sorprendida, sin saber que decir, y hechizada por ese contraste de hombre bruto y al mismo tiempo atento y cortes, que sin duda le atraía.
   Se tomaron una copa, luego otra, sentados los dos en un sofá barato, de dos plazas, aunque algo estrecho, que incluía el apartamento de alquiler,
   Tan estrecho que llegaron los dos a rozarse con sus rodillas, A Violeta sin duda no le preocupaba tal cercanía. Quería comprobar esa sensación que momentos antes tuvo en el ascensor, Si esta, se debía a alguna atracción real por el extraño, o si por el contrario aquello fue tan solo una ensoñación debida a la noche, a las copas, o la libidinosa mezcla de ambas.
   El sentimiento electrizante se repitió, Andrés, Tan seguro de si mismo como decidido, se aproximo un poco mas a Violeta hasta rozar sus muslos con la mano que sostenia la bebida, Violeta sintió en su piel el frio del vaso de Andres, Los dos brindaron. Chocaron las copas con nerviosismo, compartían sonrisas, miradas, y alcohol.
   Los cubitos de hielo en la bebida de violeta temblaban y soniqueteaban nerviosos.
Dejó el vaso en la mesa. Sentía calor, pasó su mano por su cuello y cara sonrojada, limpio algo de su sudor, y soltó un leve suspiro casi imperceptible, pero que sin duda, atentamente Andrés no dejo escapar.
   Las manos de este, ahora recorrían en todas direcciones los suaves muslos de ella, en ese preciso momento la joven Violeta se estremeció, luego apretó  suavemente sus piernas hasta presionar levemente la mano de Andrés, se cruzaron sus cómplices miradas y rápidamente Violeta retiro la mano de este, cerrando sus piernas a continuación, y tomando un trago nervioso de su copa de Triple Seco, ya sin hielo.
   Andrés volvió a colocar su basta mano sobre los muslos de ella, Esta, hizo un ademan para intentar alejarlas, pretendiendo luego incorporarse, cuando Andrés decidido  hundió su mano entre sus muslos hasta alcanzar el sexo de la chica, cálido, abierto, mojado, palpitaba de deseo, de ardor, en este momento Violeta se encogió un poco y agarrose fuertemente a las manos de Andrés. Entonces ella, giró la cabeza hacia atrás, hasta dejarse echar en el sofá, desmadejar su pelo entre la tapicería, y entregarse por completo a los deseos de aquel.
   Quedó desnuda en el sofá, su compañero la invito pasar a la habitación, ella aun sorprendida de su reacción, pero un tanto complacida accedió.
   Al cabo de tanto tiempo resistiéndose a hombres más poderosos, y mas varoniles que Andrés; la soledad, la noche y el alcohol habían bastado para que Violeta se entregase con pasión a aquel extraño en un incontrolable arrebato desconocido hasta entonces para ella misma.
   Echada en la cama, tanto su sexo húmedo, como sus pechos hinchados clamaban ser besados, mordidos, Hacia tiempo que no sentía esta sensación tan placentera y arrebatadora, había perdido la ropa, el sentido y las apariencias en tan solo unos pocos minutos con un extraño.   
   Andrés le dijo entonces, que se dejara hacer en todo lo que le dijera este.
Ella accedió, aun sin confiar plenamente en las intenciones de Andrés, accedió a la petición, y a destapar aquel  morboso velo de incertidumbre que le ofrecía aquel hombre. Violeta ardía por conocer lo que le podía suceder en los próximos minutos y horas. La espera, y la sorpresa, acentuaban más si cabe su deseo,
   Andrés le vendo los ojos con un pañuelo, ella se dejo hacer, su cuerpo moviase inquieto sobre la cama, buscaba con cada vaivén el contacto con Andrés.
Este, acarició, pausadamente la suave y enrojecida piel de la compañera de arriba abajo, y de abajo arriba, con la yema de los dedos sin detenerse en ningún punto especial de su bello cuerpo
   Violeta, sentía la proximidad de su compañero. El ahora no hablaba, manipulaba algo metálico, Andrés tomó, con decision, las suaves manos de violeta,  las colocó sobre el cabecero de la cama y la esposo a ella. Quedando los brazos sobre su cabeza completamente estirados y sujetos. Esto hizo sentir a violeta que estaba dominada por los deseos de Andrés.
Este, seguía acariciando su piel con sus dedos, sus manos bajaban ahora por el vientre. Violeta gemía,  e intentaba girar sus caderas para sentir con su sexo la piel del compañero. Sin embargo sus dedos no se detuvieron ahí, en el más dulce y suculento fruto. Por el contrario, continuaron bajando por sus muslos en dirección a sus pies. Estos, entre besos y caricias fueron anudados con algo que parecía una cuerda a ambos lados de la cama quedando sus muslos completamente abiertos y desnudos.
   Andrés actuaba con firme decisión, pero con delicadeza. Violeta pensó que no era la primera vez que su compañero hacia esto, y confiada se dejó llevar, entre curiosa y plena de deseo, permitiendo que su atrevido vecino explorara a su antojo sus más íntimos secretos.
    Violeta quedó a merced de Andrés atada a la cama de pies y manos, su piel se tornó más ardiente y rojiza, estallaba de deseo, sus pechos colmados, inflamados, y sus pezones endurecidos deseando ser besados, mordidos, chupados. Sus caderas inquietas seguían moviéndose, intentaba cerrar sus muslos y apretar así los labios de su sexo, aunque las ataduras no se lo permitieran.
   Andrés continuó acariciando la piel de su cautiva. Esta, erizada empezaba a exudar deseo por cada uno de sus poros. Sus pechos los rozaba suavemente con sus dedos, aunque sus manos eran grandes, estas, no podían abarcarlos completamente, sus pezones, que apuntaban hacia el techo de la habitación emergían duros y rosados, los apretaba, aunque suavemente, de forma rítmica, con  cierta maestría, describía círculos alrededor de cada areola. A cada presión respondía violeta con un leve suspiro, acompañado de un movimiento de caderas y muslos, intentaba de nuevo y sin éxito frotar su sexo entre sus piernas, sufría de puro  deseo, de querer alcanzar el clímax, que retrasaba con precisión el compañero,
  Este dejo de pronto de actuar, pasaron unos minutos sin haber ningún contacto, Andrés, o  permanecía en silencio, o salió incluso de la habitación, Violeta no escuchaba nada, quedó paralizada, tampoco sentía la respiración de Andrés, Estos minutos de espera empezaron a desconcertar a la chica…

   

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