domingo, 7 de junio de 2015

adolescencia: "Melocotones para mi sobrino".





... Me parecía que todo pasaba delante de mi muy rápido. Todos los acontecimientos en mi vida se encadenaban de forma tan apresurada que escapaban a mi control. Se sucedían unos a otros con apenas una sutil diferencia de segundos en el tiempo; y sin poder mirar atrás, porque otro hecho vital empezaba a acontecer en una espiral sin fin que me llevaban a un destino incierto y solitario. Por aquel entonces y hasta ese momento, yo, aún no había tomado ninguna decisión importante que afectara a mi vida, tan solo escuchaba hablar a los mayores sobre mi futuro, o sobre mis recompensas y mis castigos, sin apenas contar con mi opinión. Sin preguntarme siquiera: si me gustaba más esto o aquello. Sin importar que pudiera escuchar sus conversaciones y en ocasiones hasta discusiones que enfrentaban posiciones para tratar de forjarme no sé qué porvenir, en una dirección u otra, a mis espaldas.

   Pertenecía a una generación, que estaba marcada por una maquiavélica educación, más memorística que comprensiva, más opresora que democrática, más fiscalizadora que conciliadora, más centrada en la disciplina, la religión y la rectitud en las formas que en el crecimiento personal. Todo parecía dirigido a hacernos hombres de «provecho» el día de mañana, con las expectativas puestas en la patria, o en la familia, sin importar el camino que había que recorrer, sin importar lo más mínimo el paso por la adolescencia, que no era para ellos más que una enfermedad hormonal que te llenaba la cara de granos y te cambiaba la voz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario