jueves, 14 de mayo de 2015

la ventana abierta: "Melocotones para mi sobrino"







   Podía escuchar como latía mi corazón en mi pecho aplastado contra el alfeizar de la ventana. Desde el encuadre que me dejaba ver esta, pude reconocer la habitación, la cama y frente a ella la cómoda, y sobre ella el Sagrado Corazón que en esta ocasión estaba girado de cara a la pared. No tardó en aparecer mi tía con el mismo camisón corto de otras veces, sus pechos derramados le salían por la sisa. Los dos pezones negros, asomaban juguetones y los pliegues de su cintura se dejaban caer bajo el camisón. Su piel íntima era rolliza y anaranjada. Sus muslos eran de piel arrugada, sobre ellos plegabanse sus carnes como la panceta, aquellos cilindros sebosos concluían en unas varicosas rodillas redondeadas, sin que se notara nada de hueso.
   Empezó a sonar una música de cámara barroca, para cinco instrumentos de cuerda: dos violines, una viola, un violonchelo y un contrabajo. Escrita en Mi menor. Frente a María apareció mi tío, moviendo las manos como dirigiendo el quinteto. Llevaba una camiseta de tirantes, blanca y calada, muy ajustada, dejabanse ver unos pelos grises y gruesos entre su escote, sus pechos flácidos miraban al suelo, y bajo su camiseta se asomaba su barriga redonda y peluda. Desabrochó sus pantalones cortos, al primer movimiento a ritmo de allegro, tiraba de la correa, ella le ayudaba a despojarse de la ropa, cuando soltó la hebilla de su cinto, sus pantalones cayeron al suelo y quedaron doblados como un fuelle entre sus pies. En ese preciso momento el violonchelo irrumpió en un glorioso acompañamiento a los violines. Mi tía María sentada en la cama, hundía su cabeza bajo el grasiento vientre de su pareja, y rodeaba su cuerpo con sus brazos gruesos de carnes descolgadas. Él, acariciaba su pelo con las manos, deshizo su peinado, apretaba a su compañera contra su cuerpo mientras miraba al techo de la habitación. De una cercera patada se libró del pantalón.
   Al tiempo que empezaba el segundo movimiento a ritmo de adaggio, dejó escapar de su boca un suave quejido, al momento que mi tía tenía sus manos enterradas entre sus muslos. Cuando esta se recostó en la cama, sonaron muelles oxidados, huesos y carne agitada. Quedó, tumbada boca arriba como esperando al compañero. Hilario Crespo, abrió las piernas de ella. Esta colocó sus manos entre sus muslos varicosos, y volvió a cerrar las piernas, mi tío se las volvió a abrir, rozando su piel con  delicada suavidad. Ella, mirando a la puerta y a todos lados las volvió a cerrar, su mirada vigilante escudriño todos los rincones de aquella habitación, también el rastreo minucioso incluyó la ventada donde nos encontrábamos Fran y yo. Quedamos paralizados.
   Ellos siguieron jugando. El tío Hilario que aun vestía la camiseta, volvió por tercera vez abrir los muslos de ella, esta vez con más decisión. Dejose caer torpemente sobre el cuerpo de su compañera, la cara de la tía María enrojeció y volvieron a sonar muelles oxidados, huesos y carne agitada. Mi tío bajaba la cabeza a la altura de la de ella, al tiempo que elevaba su trasero, blancuzco como la leche, y peludo. Lo movía con cierta gracia al compás de la música. Empezó a sudar profusamente, la compañera le desprendió la camiseta en un movimiento coordinado de las manos de ella y los brazos de él, hasta que la arrojo hecha una bola al aire desapareciendo desde mi perspectiva por un punto de la habitación sin determinar.
   Los instrumentos de cuerda empezaron a sonar en el tercer movimiento al ritmo de presto. La piel de Hilario brillaba, el sudor se derramaba gota a gota entre el bello de su espalda. Ella no se movía, mordía su labio inferior, luego su grisácea y desordenada melena se desdibujó entre la almohada, hundió sus uñas en la espalda del compañero atrayendo para sí el peso de aquel genio de la música. Ella apartaba la mirada y resoplaba, mordía la almohada. Las grandes manos agrietadas de Hilario, ahora acariciaban sus senos, aunque de forma no tan delicada como cuando trasteaba su laúd. Sumergía sus dedos en las blancas carnes. Jugaba con sus dos aceitunas, que ahora me parecían más grandes, más oscuras y más duras. Las apretaba fuertemente, esto provocaba en mi tía un alarido de placer que competía en sonoridad con la misma música de fondo. Me sentía confuso, empecé a pensar que también yo habría mamado de esos mismos pechos, los mismos que ahora estaban babeados por mi tío Hilario. El, empezaba a jadear, al principio, pausadamente, luego con más ritmo, acompañando a los violines barrocos, que ahora sonaban en solitario sin la compañía de la viola, el violonchelo ni el contrabajo.
   Mi tía seguía sin moverse, solo sus carnes que rebotaban, acompasadamente con la melodía respondían así a las acometidas de mi tío, que al momento se paraba, y paraban también de sonar los violines. Tomaba aire, y volvía al juego, y sonaban violines, y otra vez se paraba, y parabanse los violines, para  volver con más fuerza, volviendo otra vez a sonar los violines perfectamente sincronizados con los vaivenes del maestro, enérgico, fulgente, ahora al ritmo de presto passionato. En pleno ardor, irrumpió también, el contrabajo, en una fusión sublime de sonidos que acariciaban la atmosfera ya cargada de aquella habitación, a la que también se unían la viola y el violonchelo. Aumentó el brío de las notas hasta que Hilario, en un último esfuerzo quedó tendido, exhausto, sobre el cuerpo femenino, al tiempo que dejaron de sonar los violines, luciéndose ahora el violonchelo y el contrabajo, y volvieron a sonar violines y hasta la viola. Hasta que de un movimiento hábil de brazos de María, se quitó al compañero de encima quedando tumbados cada uno a un lado de la cama, y se volvieron a escuchar muelles oxidados, huesos y carne agitada, y pararon de sonar instrumentos de cuerda. Hasta que en un último compás la viola, los violines, el violonchelo y el contrabajo preparaban el final de aquella batalla que había dejado la cama desecha, y las sabanas empapadas en sudor. No tardaron tampoco en escucharse además los ronquidos de Hilario...

No hay comentarios:

Publicar un comentario